domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Por qué camino debemos seguir, por un camino de mansedumbre o un camino de lo altivo?

Wilson Marcial Calderón

La actitud consciente debe ser la regla en todos los campos, porque la construcción de la sociedad no debe obedecer a los mecanismos ciegos de la competencia y de la búsqueda del lucro, sino el resultado de la

Voluntad consciente de los hombres guiados por los valores morales.

Debemos estimular entre el pueblo estos factores de conciencia, debemos estimular en el pueblo estos factores morales.
(Fidel Castro, La revolución Cubana, t. II).



La humildad de ningún modo significa falta de respeto hacía nosotros mismo, ánimo acomodaticio o cobardía. Al contrario, la humildad exige valentía, confianza en nosotros mismos, respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás. La humildad nos ayuda a reconocer esta sentencia obvia: nadie lo sabe todo, nadie lo ignora todo

Paulo Freire
Resumen: El texto se centra en hacer una contraposición entre un modelo tradicional de educación que consiste en adoctrinar a los estudiantes y un modelo de educación crítica que promueva en los estudiantes la actitud reflexiva frente al mundo, una educación donde se puede expresar y construir libremente el conocimiento.
Palabras clave: deshumanización de la educación, opresión, mansedumbre, pedagogía del portento, pérdida de la singularidad, altivo, construcción de conocimiento, modelo educativo, educación crítica, educación bancaria.
El propósito de este escrito es hacer una reflexión de los términos educación, Pedagogía, a partir de la siguiente pregunta: ¿qué clase de pedagogía tenemos en nuestro modelo de educación? Para responder este interrogante es necesario remitirnos a dos posturas: la primera, la postura de José Muñoz en su texto Las prácticas pedagógicas y sus relaciones de poder . La segunda postura, es la postura de Freire “una deshumanización de la educación, la pérdida de la singularidad”. En otras palabras el desarrollo de la pregunta está fundamentada en lo que José Muñoz llama una pedagogía del portento y una pedagogía de la mansedumbre formulada por Paulo Freire.

Evidentemente la educación actual presenta un problema de método, por lo que se hace necesaria la implantación de un nuevo método educativo. ¿Cuál debe ser? Varios son los métodos y modelos que se intentan instaurar, pero muchos de ellos no son los más adecuados, pues intentan seguir un ejercicio de poder, que no es el más adecuado para obtener un modelo de educación crítica, constructora y liberadora. Ninguno de los modelos pedagógicos tradicionales de educación reconoce que la vida, ya sea individual o grupal, comunitaria o institucionales el nicho en el que se genera y se da el diálogo de saberes, el intercambio cultural y a construcción de conocimientos. El error de ésta falta de reconocimiento está en tener “una compresión mecanicista de la historia, que lleva a la muerte o a la negación autoritaria del sueño, de la utopía, de la esperanza. En una comprensión mecanicista y por tanto determinista de la historia el futuro ya se conoce. La lucha por el futuro ya conocido a priori prescinde de la esperanza” . La consecuencia de esta comprensión errónea lleva a que no se de una comprensión correcta de el término “pedagogía”, no se la entiende en forma de toma de posición ideológica de portento o altivez, sino una forma de posición ideológica de mansedumbre o de desidia, es decir de resignación y de dejar que todos los procesos educativos se gesten tal y cual están establecidos. Desde esta perspectiva podemos ver que la educación tradicional es una educación bancaria en la que se trata de homogenizar y estandarizar todos los procesos educativos, de tal modo que respondan de manera unidimensional, es decir, de una sola forma.
Esa única forma tiene que ver con el proceso de politización, globalización y burocratización, en el que el papel del hombre se sitúa en una relación de dependencia, de marginalidad, indignidad y silencio. Esta situación lleva al hombre a que no se vea como un agente de cambio, sino como una amenaza frente al otro, es decir como un competidor, por tanto, la pedagogía queda absuelta en un autoritaritarismo de quién manda más.
En palabras de Alfredo Ghiso nuestra época está signada por una pedagogía, la que impone el neoliberalismo al envolver las instituciones y nuestra vida cotidiana, al condicionar y determinar los procesos de constitución de subjetividades imponiendo a las personas un modo de interacción entre ellas, de estas con los bienes materiales y simbólicos . El asunto es que en la escuela se realiza una educación bancaria, narrativa, discursiva, disertadora, cuyo contenido es solamente depositar en las mentes débiles de los estudiantes contenidos muertos, estáticos y dispersos con el fin de que éstos sean pasivos y sean recipientes, en los que deposita la supuesta sabiduría del maestro. Pero el problema fundamental viene desde las políticas gubernamentales, cuyo interés para nada es hacer de la educación algo innovador, creativo, sino una repetición de la repetidera, en donde hay modelos a imitar muy superficiales, caracterizados por una marca, objeto de deseo, poder y motivo de posteriores decepciones. En otras palabras vivimos en una cotidianidad invadida y conquistada, nos socializamos en un pensamiento único y con un lenguaje que aparenta ser globalizado, estandarizado y utilizado por aquellos que se sienten ganadores. Pensamiento y lenguaje que nos llevan a naturalizar las exclusiones, a perder la capacidad de indagarnos, a admitir la injusticia social como el medio para generar riquezas anulando las diferencias y diversidades en aras de una homogeneidad . Homogeneidad que se vuelve despótica, autoritaria, maneja todo a su antojo, mecanicista y hasta se ve envuelta en mercancía.

“¿Qué hacer como educadores, en un contexto así? ¿Cómo hacerlo? ¿Qué necesitamos saber nosotros los educadores para hacer posibles los primeros encuentros con esos hombres, mujeres, jóvenes y niños cuya humanidad se niega y traiciona, cuya existencia está siendo oprimida?”

“Quien quiera enseñarnos una verdad que no nos la diga; simplemente que aluda a ella con un breve gesto, gesto que inicie en el aire una ideal trayectoria, deslizándose por la cual lleguemos nosotros mismos hasta los pies de la nueva verdad”. Ortega y Gasset (meditaciones del quijote)

 
La pedagogía será por su parte una actitud frente al mundo, será entonces una forma de comprenderlo, que esta traspasada por la trama de nuestros propios saberes, esto es que implica de suyo una postura frente al mundo. Para ello es necesario que “el hombre y la mujer hagan historia a partir de unas circunstancias concretas dadas, de una estructura que ya existe cuando la gente llega al mundo. Pero ese tiempo y ese espacio tienen que ser un tiempo de posibilidad y no un tiempo-espacio que nos determine mecánicamente” . Estas característica de la vida cotidiana, nos permiten dar cuenta del carácter situado (ubicación temporal y espacial) y contextuado de las prácticas educativas permitiendo entender críticamente su singularidad, particularidad, así como sus posibilidades y limitaciones, pues “la manera a través de la cual el hombre se apropia del universo que lo rodea, está constituido por los campos diversos de aprehensión del mundo elaborados en su devenir histórico” . Ahora bien, después de tomar postura frente al mundo se necesita tener una actitud pedagógica del portento o del ser altivo, en oposición, a la actitud pedagógica de lo indubitable o del ser de mansedumbre.
La segunda actitud hace referencia, a aquella pedagogía de lo indubitable, aquélla postura que cree poseer la verdad absoluta esto como resultado de un dogmatismo. Esta actitud es una actitud pasiva, es decir, ser mansos, dejarse llevar por lo que ya está impuesto y no tratar de construir siquiera unos mínimos que ayuden a recuperar las duras falencias que tiene hoy la educación. Pienso que a esta actitud de mansedumbre responde el modelo positivista de la educación, como también puede llamársele modelo conductista, en el que el maestro es un administrador y dispensador de conocimientos científicos, y universales que ya están anteriormente establecidos por el científico. Aquí se pone entonces en tela de juicio la legitimidad del maestro, y éste tendrá que conformarse con desempeñar el papel de un administrador, o lo que yo llamo dispensador de conocimientos, en donde “lo acumulado se absolutiza y se retoman sus enunciados con carácter de “verdad”, sin la crítica necesaria, sin la relativización, sin la interrogación, sin la duda, en suma, sin la insinuación de los límites necesarios, propios de cualquier disciplina” . El alumno por su parte será aquel que carece de luz, (tabla rasa) en la que no hay nada escrito, y dicha tabla se ira llenando en la medida en la que el maestro cumpla con su tarea de dispensador, y el alumno cual vaso carente de liquido se irá llenando con el liquido del conocimiento que deposite en el maestro. Aquí se perseguirá el logro preciso de los objetivos establecidos de antemano su preocupación central es la búsqueda y la elección de los medios adecuados para el logro de esos objetivos. Esta elección se orienta por reglas expresadas por lo general en el lenguaje relativamente independiente del contexto, reglas técnicas que permitan predecir y garantizar, la producción de ciertos resultados mediante la aplicación de ciertos procedimientos definidos a determinadas condiciones iniciales” . En palabras de José Muños “la práctica escolarizada no sólo configura su campo en tanto reproductora de las prácticas de conocimiento en general, sino que además para la distribución selecciona y fija los contenidos y límites de lo enseñable”

Por otro lado en el modelo Conductista de la educación se sucede también una perdida de la interacción maestro alumno, y con ello la perdida de los saberes culturales, pues no habrá lugar para la comunicación en el amplio sentido de la palabra, pues no será posible el encuentro de las conciencias reflexivas, las cuales son el resultado de una memoria colectiva, de un conjunto de saberes comunes, y de suyo propios de cada individuo. Ahora bien sin comunicación ya no habrá la posibilidad de lanzarse hacia la construcción de saberes en donde sea posible el encuentro con los otros, el encuentro de los “yoes”.
De otra parte la pretensión del modelo conductista, de obtención y predicción de una serie de resultado, y la eficacia de los mismos, a demás de otra característica que es la universalidad, o lo que se constituyó para el positivismo como el intento de la unificación de las ciencias, de manera que fuese posible que todos nos encontrásemos dentro de la misma sintonía. De esta manera en tanto que la conducta es la única que me permite hablar de los sujetos, se habrá rotulado a los seres Humanos, se les habrá diferenciado, de acuerdo con el tipo de conducta que manifiesten como seres anormales, o anormales según lo que se tenga preestablecido por el modelo comportamental. Esto conlleva a lo que yo llamo “deshumanización de la educación, la perdida de la singularidad”. Y es que negarle a una persona lo que de suyo le pertenece, su yo, tal vez sea uno de los crímenes más atroces que se pueda cometer. Ahora bien el modelo conductista se constituye de suyo en eso: en una negación del carácter singular del individuo, además de que asevera la necesidad de objetivar el mundo, y es ese carácter objetivante el que castra en los individuos la posibilidad de reflexionar, de preguntar y de hacer brotar los saberes que se encuentran incrustados en su alma. esa aniquilación del otro es lo que deja como resultado lo que yo llamo “la educación deshumanizada, la perdida de la singularidad” la cual según mi perspectiva tiene sus orígenes en la implantación del modelo positivista, conductista en la educación y también los grandes influencias del fantasma capitalista.

La primera actitud, es aquella actitud que despierta en el individuo una actitud critica frente a los diferentes acaeceres de la vida diaria, es decir, reflexiona los contenidos de clase con la praxis del vivir, “el mismo hecho de que la persona sea capaz de reconocer hasta qué punto está condicionado o influida por las estructuras económicas la hace capaz también de intervenir en la realidad condicionante. O sea, saberse condicionado y no fatalisticamente sometido a este o a aquel destino que abre el camino de su intervención en el mundo” . Ahora, mediante la crítica a finalidades abiertas descodificadoras y decodificadoras y a medios pródigos de búsqueda e instigación, se asume una actitud pedagógica que fomenta la actitud de portento, o del ser altivo, con la cual no solo se toma el conocimiento, sino que además aprehende el conocimiento, pues la ampliación del mismo, permite no solo comprender lo que se ha establecido, sino que además, mediante la crítica se toma posicionamiento, práctica y lo más importante la libertad, es decir, lo emancipatorio.

Según José Muñoz, la cuestión es que en el mundo contemporáneo el maestro debe enfrentarse al dilema de optar por una pedagogía de la mansedumbre, en la cual no será más que un espectador; o por una pedagogía liberadora en la cual el mismo será constructor de su mundo, pero servirse de su propio entendimiento implica un enfrentamiento directo con el mundo; y es tanta la actitud pasiva, y apática y con ello el miedo intenso que los opresores han utilizado para minimizar a sus oprimidos, que estos no se sienten capaces para enfrentar los desafíos del mundo y prefieren seguir conservando una actitud receptora.
De manera que se hacen necesarios una serie de cambios a nivel de la educación, cambios que traerán como resultado el hallazgo de nuevos caminos y la consecución de una actitud liberadora frente al mundo. Y es que uno de los problemas más agudos de la educación es el estancamiento. Y José Muñoz introduce éste problema refiriéndose a un pasaje de Borges. “no hay mandamiento que no pueda ser infringido y también los que digo y los que los profetas dijeron”.
El hombre es un labrador de su propio destino; por lo tanto es un generador de historia y de cultural; pero parece ser que a la institución educativa se le olvidó esto, se le olvidó que el hombre, o mejor la sociedad es el resultado de una memoria colectiva “ quizá por lo fácil que resulta aceptarla, quizá por la complejidad que significa un cambio estructural dentro de la misma, quizá por la seguridad que otorga “dejar las cosas como están” ; todos esos factores están ocasionando que, en el ámbito de la educación, se crea que los profetas ya dijeron todos los mandamientos y que es delito o sandez infringirlos” En palabras de Borges citado por Muñoz: “ nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena; pero lo nuestro es construir como si fuera piedra la arena” . Para iniciar esa edificación es necesario mostrar que hay que tener una visión crítica y dinámica de la realidad, no preocupándose por seguir patrones estrictos, sino por descubrir y desenmascarar su mitificación, para así, lograr la plena realización de liberación humana. En palabras de Freire: la constante transformación de la realidad para la liberación humana. Ahora, para lograr esa constante transformación de la realidad humana es necesario tener una pedagogía que recupere la vida, una pedagogía en donde se reconozca que la vida, tanto individual, grupal, comunitaria e institucional sea el nicho en el cual se construya y se genere conocimiento. Si en el campo de acción, hay confianza, reconocimiento, diálogo, fácilmente va ha haber un pensar, un actuar y por ende una construcción no de algo ya dado, sino de algo mejor, de algo nuevo. Freire, frente a esto dice: alguien que asuma su tiempo y lo asuma con lucidez, es entender la historia como posibilidad. El hombre y la mujer hacen la historia a partir de una circunstancia concreta dada, de una estructura que ya existe cuando la gente llaga al mundo. Pero ese tiempo y ese espacio tienen que ser un tiempo de posibilidad y no un tiempo-espacio que nos determine mecánicamente . En otras palabras debemos aprender a construir partiendo desde nuestra propia realidad, debemos ser gestores de cambio no dejándonos absorber por lo que el mundo masificado nos presenta, más bien, debemos dejar que nuestros ideales surjan y velen por todos los rincones haciéndose no utopías, sino realidades que ayuden a transformar el mundo.
La tarea es difícil y mucho más cuando encontramos en el mundo conciencias que se dejan llevar no por lo que ellos autónomamente piensan (si es que piensan), sino por las estupideces que muestran las jerarquías. También la tarea es difícil cuando encontramos conciencias que ni siquiera conocen su realidad y tampoco les interesa hacerlo, porque su argumento superficial es: así como vivimos, vivimos bien. Freire frente a esto dirá: desconfiaré de quienes me digan, en voz baja y precavida: es peligroso hacer. Es peligroso hablar. Es peligroso andar. Es peligroso esperar en la forma que tú esperas… . Sabemos que la cultura dominante supedita la investigación y también, la acción pedagógica, pues, tiende a censurar, es decir, a reprimir y a favorecer el apoliticismo de los educadores, más no de recuperar y concienciar su realidad para transformarla a través de la crítica constante y de la construcción. Por tal razón, es necesario al estilo de Freire plantear una educación liberadora, cuyo propósito esté centrado en la realización de cada uno en función de una iniciativa personal y colectiva, en la creación de valores que parten de la realidad, pero que la superen sin cesar. Sin duda es un reto que vale la pena asumir, pero es imposible si no lo deseamos, si no restablecemos el impulso creativo que no permite soñar en un país donde la vida sea posible y donde los otros, los excluidos, pueden llegar a ser sujetos capaces de ejercer democráticamente sus derechos como ciudadanos.
Cada uno desde su individualidad, desde sus sueños y proyectos, puede aportar a ese propósito, como lo decía antes, no dejándose llevar por lo que los otros le dicen que hacer, sino desarrollando sin temor su autonomía, su libertad, sus ganas, su entusiasmo y su crítica constructiva constante. En últimas el proyecto pedagógico de libertad se inscribe en el interior de un proyecto de hombre constructor e innovador, partiendo de su realidad para enfrentarse a la sociedad.
En fin, puedo concluir afirmando que los hombres construimos el mundo a través del lenguaje, y esto lo hacen en una actitud de reciprocidad, es juntos como se construye el mundo y no cada uno por su lado, sino que cada uno aporta sobre su propia experiencia de vida dándose aquí una educación como practica de la libertad.
Por otra parte no podemos prescindir de las relaciones de poder, ya que estas son inevitables, un ambiente, en el cual se maneje un poder fuertemente marcado acarreara de suyo, en algunas ocasiones la superposición violenta de intereses particulares. Por su parte un poder de carácter invisible, generara una situación marrullera de los dominantes y en ocasiones, podrá tornarse también violenta y estratégica.

Como ya dijimos, antes las relaciones de poder son inevitables, pero lo único que pedimos es que cualesquiera que sea la forma de control que se adapte, se lleve a cabo en un ambiente sano, donde no haya la intención de extinguir al otro, sino por el contrario lo que se manifieste sea el animo de una construcción mutua, mediante la interacción de los diferentes hombres.





Inédito viable es la hoja que aún no ha nacido.

El compromiso del cual tengo temor.

La muerte que está por evitarse.

La vida haciendo parte de una flor.

Es construirle lo posible a lo imposible.

Vivir el sueño. Despierto estar. Creer en ti.

Creernos capaces de hacer nuestros zapatos

con fibras de paz y caminar hacia siempre

con esperanza, aunque no haya por donde andar.



Erasmo Rodríguez Barreto





Bibliografía

Freire Paulo., Pedagogía del oprimido. México, SXXI, 1979.

Revista: Aportes: No 58. Autores Varios., Freire, Vigencia y desafíos. Dimensión Educativa. Bogotá, mayo de 2005.

Autores Varios., Freire, Vigencia y desafíos. Dimensión Educativa. Bogotá, mayo de 2005.

Muñoz José Arturo; aproximación crítica a la pedagogía. ED CORPODRIC

Carlo Federici, Antanas Mockus, Jorge Charu., José Granés, Maria Clemencia Castro, Berenios Guerrero y Carlo Augusto Hernández. “Limites del cientificismo en la educación”. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá., Febrero de 1984.

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